En la década del cincuenta el
motociclismo argentino de alta cilindrada pasaba por uno de sus mejores
momentos. Los nombre de Galvagni, Millozzi, Salatino, Cruz, estaban en todas
las figuritas. La pasión por el motociclismo no escapaba a los puntos más
lejanos del país, y aquí en Rufino, un muchacho esmirriado, de finos bigotes,
hurgaba en los cuatro tiempos de los motores Norton buscando los secretos
capaces de entregarle un mejor toque al motor. Estudioso, inquieto, razonador e
inteligente. "Pepe" mamaba la mecánica como una verdadera ciencia
exacta que era buscando el por qué? de cada cosa.
No bien tuvo armada su moto y
tras algunos escarceos de entrecasa en entreveros pueblerinos, alentando por
sus amigos de la Escudería se lanzó a la aventura del motociclismo nacional.
Mecánico, preparador, tester y piloto. "Yo la armo y yo la corro"
casi una impronta del deporte mecánico de aquellos años. Morán demostró
rápidamente que arriba de una moto de carreras era cosa seria. De origen
tierreno no le asustaba el pavimento. El motocicllismo exije un agudo sentido
de equilibrio en volcadas que muchas veces paralizan el corazón de los
espectadores, velocidad de reflejos para sortear imprevistos, precisión de
violinista en la ejecución conciliatoria de embrague, freno y cambios sin
perder regímenes de vueltas en el motor.
Perdió un Campeonato Argentino
que legítimamente había sido suyo por una anomalía de intereses políticos de
esas que enturbian el deporte al mezclarlo con las pasiones ideológicas. Solo
una anécdota para memoriosos que las estadísticas generalmente no registran. La
historia dirá que fue Sub - Campeón Argentino de 500.
El hombre, como los pájaros, de
vigor a sus alas para acometer empresas más difíciles.
Cuando las dos ruedas le quedaron
chicas, "Pepe" comenzó a madurar en su taller de la calle Italia
(aquel que compartía con Daniel López) la artesanal construcción de un Limitada
del 27. Pensado conforme a sus principios, no quedó detalle alguno pendiente en
el imaginario tablero que Morán llevaba en su cabeza adelantado a los
cibernéticos tiempos de computadoras que hoy marcan nuestros días.
"Un mecánico que no sepa
tornear difícilmente logre buenos resultados a la hora de experimentar. Uno
sabe suficientemente bien lo que quiere- derivar esos trabajos en terceros
implica resignar parte de la idea, y eso no es bueno". Puro pensamiento de
artesano que le dicen.
Partiendo de unos largueros de
Wippet comenzó a darle forma a su coche. Tren delantero articulado; suspensión
independiente tipo Chevrolet 47, sistema de dirección a "sinfin".
Utilizó un puente trasero rígido con diferencial de Ford A 1928. Dos medias
ballestas longitudinales y amortiguadores de Ford V8 modelo 1935. Eligió una
caja de velocidades Fiat 525 de cuatro marchas y retroceso. El embregue
especial de discos hidráulicos en las cuatro ruedas con campanas Volpi de 35
centímetros de diámetro.
La carrocería fue totalmente
trabajada en chapa de aluminio estudiando cuidadosamente la línea aerodinámica
algo no tan común para esa época.
Construyó Morán un Arbol de Levas
realizado en acero al cromo níquel de cementación y un sistema de distribución
a engranajes.
Con esa máquina obtuvo su primer
victoria en la Limitada del 27 en Río Tercero . tras siete victorias acumuladas
en 1958 llega finalmente el Campeonato Argentino y Morán le regala a Rufino una
gran alegría. Ernesto Vargas, Luis Piñeyro, Humberto Lorenzetti y Manuel
Guerrero entre otros fueron incansables colaboradores.
Con el debut de Meunier en el
Turismo de Carretera y sus buenas perfomances, el salto de Morán a la categoría
máxima del automovilismo argentino fue tan solo un trámite que le significó
volver a empezar. Antes de dejar los monopostos, "Pepe" se le anduvo
animando con más talento que potencia a los intocables de la Fuerza Limitada en
donde reinaban Sticoni, Enrico y San Martino. Les mojó la oreja, los toreó y
les hizo sentir la impotencia de Goliat a David. Es que como categoría nacional
que era, no obstante el rótulo de Fomento, la Limitada del 27 ya se había
puesto los pantalones largos y sus cultores lo demostraban alternando con éxito
en la Fuerza Limitada.
Aquel Chevrolet 39 blanco y
amarillo al que Morán planchó el techo para restarle resistencia al viento,
bajó su depeje del suelo y delineó con perfil inconfundible, se manifestó de
movida como un verdadero pura sangre. A poco estuvo de ser debut y triunfo
aquella primera aparición en Tres Arroyos, planilleros y relatores no salían de
su asombro al emplanillar los tiempos de aquel debutante con el número 36 en
sus puertas. Es que la imperante conjunción mecánico - corredor dominante en el
T.C. de aquellos años encontraba en José Morán a uno de sus máximos exponentes.
Tuvo Morán en su excursión en el
T.C. pese a la corta campaña, actuaciones notables y la necesidad de llegar lo
hizo más de una vez conservador apremiado por las exigencias económicas.
Ya retirado de las carreras se
volcó a la preparación. En principio alquilándole su Chevrolet al que por
supuesto él alistaba, al cordobés Oscar Cabalén, y más tarde asistiendo a Angel
Tarducci.
Recibió en vida el reconocimiento
de su pueblo. Una calle de Rufino -la de su casa- lleva el nombre de José
Morán.
Escrito por Anibal Martini
www.rufinoweb.com.ar
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